Detrás del Mercat de Santa Caterina en un entramado de calles estrechas se levanta un edificio protegido con cierto valor Urbanístico que había sido intervenido recientemente en su estructura general, fachadas, patios, cubiertas y vestíbulo de acceso.
El último piso, objeto del encargo se hallaba en un lamentable estado de conservación debido a problemas de filtraciones y la estructura de madera se debió reforzar en su totalidad.
Este piso de cinco dormitorios se debía transformar en un piso con un espacio central, un gran dormitorio en suite con vestidor y baño privado compartimentado para uso común.
Se quitó toda la tabiquería, se levantaron los suelos, se reemplazó la carpintería y se eliminaron los falsos techos.
El trabajo mas importante fue el refuerzo de las vigas de madera de secciones considerables. Se construyó un entramado metálico apoyado en las paredes de carga y esto sirvió para "colgar" las bovedillas de obra vista reconstruidas en su totalidad.
Las bovedillas de obra vista y la madera serían una especie de tapiz horizontal sobre el espacio central, pero el propietario resolvió pintarlas de blanco. El resultado una arquitectura minimalista blanca que no está nada mal.